(…) Siempre he pensado que Caracas es una ciudad donde no puede existir ningún recuerdo. Es una ciudad en permanente demolición que conspira contra cualquier memoria; ese es su goce, su espectáculo, su principal característica. En algún momento de mi vida me he horrorizado ante esta situación; hoy no. Hoy pienso que es una legitimidad, y así como hay pueblos que construyen, hay otros que destruyen. Hay pueblos que tienen en la destrucción un sentido de la vida, como algunos lo encuentran en la construcción. El caraqueño es un pueblo demoledor, no por nada, solo por ser fiel a su propia historia. (…)
José Ignacio Cabrujas
I
AL FIN termino por entender
que yo amo esta ciudad hasta la rabia:
es tierra y abono para la nostalgia.
Benditos constructores que no dejan ni una casa,
amadísimos urbanistas paisajistas
que siempre cambian los bancos de las plazas
(nada conserva su nombre
y lo agradezco de todo corazón),
que nada se acerque a la eternidad
que la ciudad que yo conozco
no la conozcan mis hijos,
que nunca rodemos por la misma calle,
que la nostalgia se construya todas las quincenas.
Casa de ciudad, por Rafael Arráiz Lucca
PD: El epígrafe NO pertenece al poema. Lo puse porque me pareció una coincidencia maravillosa y Cabrujas es el papá de los helados.
Genial la identidad de Caracas y como la situas en el poema.
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¡Muchas gracias, Miguel! La idea es darles una probadita dulce de mi ciudad a pesar de todo lo negativo. Un abrazo.
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